Las tapias de cal y canto, la puerta de forja, la complicada cerradura... El que la hizo seguro que está aquí enterrado. Si nos viera peleando con ella se reiría. ¿No debe haber nadie famoso?¿No?
- Todo lo contrario. Mira, en aquel rincón enterraron a una niña. Era de unos gitanos que pasaban por el pueblo y se murió. Solo hay un montículo pequeño en el suelo, ni siquiera se sabe el nombre. Nosotras a veces le ponemos unas flores.
- Su madre no la habrá olvidado.
- Su madre también habrá muerto, sabe Dios donde.
Mientras bajo la cuesta voy pensando en tumbas de pobres y de ricos. Me acuerdo de una amiga de la que no sé hace años, que dentro de sus posibilidades vivía a todo trapo. Siempre le decíamos:
- ¡Que bien vives, Antonia!
Y ella respondía:
- No quiero ser la más rica del cementerio.