viernes, 1 de noviembre de 2024

En el cementerio

 


Las tapias de cal y canto, la puerta de forja, la complicada cerradura... El que la hizo seguro que está aquí enterrado. Si nos viera peleando con ella se reiría.  ¿No debe haber nadie famoso?¿No?
- Todo lo contrario. Mira, en aquel rincón enterraron a una niña. Era de unos gitanos que pasaban por el pueblo y se murió. Solo hay un montículo pequeño en el suelo, ni siquiera se sabe el nombre. Nosotras a veces le ponemos unas flores.
- Su madre no la habrá olvidado.
- Su madre también habrá muerto, sabe Dios donde.

Mientras bajo la cuesta voy pensando en tumbas de pobres y de ricos. Me acuerdo de una amiga de la que no sé hace años, que dentro de sus posibilidades vivía a todo trapo. Siempre le decíamos:
- ¡Que bien vives, Antonia!
Y ella respondía:
- No quiero ser la más rica del cementerio.

Todo es vanidad

 


Desde el círculo profundo
del infierno, donde pena
con una eterna condena
sus maldades en el mundo,
siente el moro su castillo
hecho ruina, solo piedras.
El tiempo es brutal martillo,
nada dura, nada queda.
Ya ni moros ni cristianos
habitan en esta tierra.
Y ha entendido la verdad:
Que todo era vanidad.