jueves, 27 de enero de 2022

Milagros gordos de San Julián de Cuenca

 

San Julián haciendo cestas
San Julián haciendo cestillos

San Julian fue el segundo obispo de Cuenca. Me ha encantado un librillo sobre él de Bartolomé de Alcazar (1692). Puede descargarse libremente de :

https://bvpb.mcu.es/es/consulta/registro.do?id=400878

Dicen que era hombre sencillo, menesteroso y caritativo. Y tuvo que enfrentarse a las plagas clásicas; la peste, la guerra y el hambre.  El meollo está a partir del capítulo VII.

Aquí van algunos párrafos deliciosos:

Primero: La peste

“ Aunque es medicina en tiempo de pestilencia no acercarse a otros en ayunas, ni detenerse debajo de techado en casas infectadas; sino andar en descubierto, al aire puro y libre: la caridad del santo, superior a todas estas leyes, le hacia entrarse por las casas de los enfermos, para sacramentarlos y ayudarles a bien morir; y si habían ya fallecido, enterrarlos. Sin acordarse muchas veces del propio alimento.”

Hacia cestillas de mimbre con sus propias manos (¿?) que eran milagrosas y protegían de la peste. Se vendieron como churros, lo que evidentemente dió al obispado sus buenos ingresos.

“Extendiose la fama y solicitaron todos los lugares haber a las manos alguna de las cestillas, a qualquiera precio, logrando en ellas un fiel sustituto de su santo, el cual aunque por sí no podía estar sino en un lugar sólo, se hallaba de esta suerte en todos los lugares de su obispado. Mas aunque los particulares que tocaban las cestillas sanaban y se preservaban, no dejaba de prender el mal en los que no tenían la ventura de tocarlas”.


Segundo: La guerra

Fue la 2ª plaga con que Dios afligió a la ciudad de Cuenca el 2º año de la prelacia de S. Julian que fue 1197.

“El miramamolín Abenjuzeph Mazemuro hizo nueva entrada en los dominios castellanos, taló y saqueó los campos llegando a Uclés, Huete y Cuenca antes de retirarse a Andalucía. Dejó abrasados los campos, no quedando sino cenizas.”

 

Tercero: El hambre

"La gente rústica y plebeya gemían necesitados, lloraban hambrientos y lamentábanse ociosos sin mieses que recoger. Eran innumerables los pobres que de todas partes concurrian a Cuenca y todos eran socorridos por su larga mano. Mas por ultimo fueron tantos que vinieron a agotarse los trojes del obispado.

Aquí fueron los alaridos y clamores de aquella miserable gente, que al verse destituidos de favor que de su santo obispo esperaban, temian haberlos abandonado el cielo."

Supo lo que pasaba S. Julián y mandó al limosnero que los socorriese. Respondió este que no habia quedado nada en los trojes pues por cumplir exactamente lo mandado había por diligencia última barrido los graneros, y repartido hasta aquellos pocos granos que entresacó del polvo.

- Volved, sin embargo le replicó Julian a reconocerlos; que no es bien se vayan de mi casa los pobres sin limosna.

Así sucedió, porque Lesmes el limosnero, conocedor de la grande santidad de su obispo, fió mas de su ardiente caridad que de lo que el había visto con sus ojos, volvio a los graneros y los halló no solo llenos, sino tan colmados que rebosaban y se vertían por la parte superior.”


Milagro gordo, gordo donde los haya, que recuerda a la multiplicación de los panes y los peces.

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