domingo, 25 de mayo de 2025

EL HOMBRE QUE NO QUERÍA MOJARSE


Fabián Fores era teniente de artillería en el 36, un teniente chusquero. Se había reenganchado, ascendido a sargento y luego a teniente. Tenía 44 años y seis hijos. El ejército era para él un modo de vida.
Residía en Madrid, donde estaba asignado en la guarnicion de Campamento de Carabanchel. Complementaba la ajustada paga, con una pequeña granja de gallinas que llevaban entre toda la familia.
Aquel verano estaba de permiso desde el 15 de julio. Como no tenían dinero ni podían dejar los animales, no se fueron al pueblo.
El día 18 de julio, un compañero pasó por su casa y le puso al corriente de que había habido un levantamiento en África. El asunto no pintaba bien.
Fabián no supo que hacer. ¿Debía suspender el permiso e incorporarse a su unidad?¿Se impondrían los golpistas? Esto último no le parecía mal. El era más bien de derechas y se indignó cuando los socialistas mataron a Calvo Sotelo, solo 5 días antes. No le parecía que el país fuera en la buena dirección.
Pero si el golpe triunfaba, cuando llegasen a Madrid, le iban a encontrar a él en el bando de la república. Mal asunto.
Por otra parte, que simpatizase con los golpistas tampoco quería decir que estuviese dispuesto a unirse a ellos. Los oficiales de carrera, esos sí que estaban en la pomada, en un bando o en otro, pero él no se sentía concernido.
Decidió no darse por enterado y no ir al cuartel. Que fuese lo que Dios quisiera.
Los días siguientes, ante noticias de incidentes y tiroteos, llevó a su familia a casa de un amigo y el se quedó cuidando sus gallinas. Pero la cosa no saldría bien.
Se carteaba regularmente con su madre octogenaria, que vivía en Salinas, y aquellas cartas serían su perdición, porque en la última de ellas dejaba clara su postura, muy crítica contra el reciente asesinato de Calvo Sotelo y esperanzado en que pudiera haber una rebelión que restaurase el orden.
Tres vecinos de Salinas del Manzano que constituían el llamado “Comité del Pueblo”, fueron a casa de su madre, donde hicieron un registro, encontraron las cartas y las remitieron a Madrid.
Le detuvieron y le hicieron juicio sumario. No sirvió que insistiese en que “no tomó parte en la sublevación ni estaba dispuesto a adherirse a ella.”
Solicitaron inicialmente una condena de 10 años de reclusión por negligencia. La elevaron después a pena de muerte por adhesión a la sublevación y finalmente lo dejaron en cadena perpetua, 30 años.
No duró tanto. Tras unos pocos meses murió en la cárcel de Alcalá de Henares.

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