Yo fui a la escuela con Don Martiniano -me explica un vecino- ¡Que gran maestro era Don Martiniano! No solo te enseñaba matemáticas y lengua y todo eso; te daba una educación completa.
Llevaba un anillo grande de oro de aquellos de sello y como no estuvieras a lo que había que estar, te daba en la cabeza con el puño cerrado por la parte del anillo, que te descalabraba.
Pienso yo que antes era mas fácil ser maestro. No había protocolos; casi todo se resolvía en primera instancia, eso sí, a tortazos. El maestro te daba, el cura te daba...
Había dos razones para cobrar; académicas cuando por ejemplo no te sabías los verbos o el catecismo, y disciplinarias, cuando hacías alguna trastada. A veces cobrabas sin razón alguna, por si acaso.
Hemos pasado al extremo opuesto. Ahora el mas pequeño conflicto en la escuela implica reuniones con padres, informes de psicólogos, intervención de oenegés, policía, abogados, procuradores, Telecinco, y el Tribunal de Derechos Humanos de La Haya.
Y sin embargo, recordamos con respeto, cariño y aprecio a aquel maestro que sacudía. Incluso a pesar de que sacudía.
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