Roque nació en la ciudad de Montpellier en 1284. Era hijo tardío de Juan y Liberia, señores nobles, ricos y virtuosos. A los veinte años, perdió a sus padres y se halló dueño de un opulentísimo patrimonio. Como la edad no le permitía disponer de sus bienes, dejó la administración a un tío suyo.
Salió secretamente de su casa y tomó el camino de Roma. En Aquapente de Toscana vio Roque el estrago de la peste que llenaba de luto las casas. Se dedicó a asistir a los apestados y tan pronto como empezó a a hacerlo, cesó la peste en la ciudad. Lo mismo hizo en otras ciudades del contorno. Supo que la enfermedad se había declarado en Roma, fue allá con el mismo milagroso efecto que su presencia y oraciones tuvieron en otros lugares.
No se libró él mismo de contraer la peste y se retiró a una cueva de la montaña. Un caballero llamado Gotardo, que vivía en las inmediaciones, observó que su perro tomaba todos los días un pan con la boca y escapaba con él. Extrañado, siguió al can y descubrió al destinatario del robo.
Este prodigio hizo que Gotardo abandonara su regalada vida y se hiciera ermitaño.
Al cabo de un tiempo, Roque regresó a su patria. Viéndole enfermo y andrajoso el gobernador le mandó encarcelar. Este gobernador no era otro que su tío. Gracias a un sacerdote que le visitó en prisión, Roque fue identificado por una pequeña cruz de color rojo que tenía en el estómago de nacimiento. Cuando su tío acudió a la cárcel para abrazarle, Roque ya había muerto y tenía a su lado una tablilla escrita con estas palabras:
“Los que tocados de la peste invocaren a mi siervo Roque, se librarán de esta cruel enfermedad”.
Tomado de "El santoral de Luis Carandell"
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