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Cuando una novela o una película tienen éxito, se hacen continuaciones protagonizadas por secundarios de la historia principal. Ahora les llaman spin-off, aunque siempre les hemos llamado “secuelas”.
Pues este es el caso del perro de San Roque, que tiene su propia historia. (O incluso varias)
Dicen que se llamaba Guinefort y era un lebrel o galgo. Tras la muerte de San Roque en la cárcel, Guinefort sirvió a un caballero que vivía en un castillo cerca de Lyon.
Un día salió el caballero a cazar dejando al perro al cuidado de la casa. Cuando regresó se encontró a la niñera gritando, la cuna de su hijo recién nacido estaba volcada, no se veía al pequeño y guinefort salió a recibirle con las mandíbulas chorreando sangre. Inmediatamente pensó que el perro habia devorado al niño, sacó la espada y lo mató.
Entonces se oyó llorar al niño, al que encontró sano y salvo bajo la cuna, y junto a él una gran serpiente, a la que guinefort habia destrozado a dentelladas. El pobre perro había salvado al niño de la serpiente.
Apenados por el error, pusieron el cuerpo de Guinefort en un hoyo, lo cubrieron con piedras y plantaron árboles alrededor. Total, que el lugar se convirtió en un santuario al que acudían las gentes a rogar al santo Guinefort protección para sus hijos pequeños. Había nacido un santo popular. [1]
La iglesia oficial, como no podía ser de otra forma, no reconoció semejante herejía, y combatió el culto, unas veces con discreción y otras no tanto. Dicho culto persistió en la zona hasta los años 40 del siglo XX.
Otra referencia, ésta menos literaria, es la de Joan Amades, folclorista catalán, recogida en su “Costumari Català”. Nos cuenta que en Barcelona hasta hace 150 años también se veneraba al perro de San Roque, que era de raza Spaniel Bretón, pequeño y paticorto, blanco con manchas de color canela. Y se llamaba Melampo.
Los cultos ancestrales asoman por las costuras del cristianismo, la veneración a los santos, los lugares mágicos, las aguas milagrosas etc.
El culto a un perro... en fin. 😒
[1] Fiesta y rito en la Europa moderna: Edward Muir 2001. Profesor de Historia en la Northwerstern University y especialista en historia del Renacimiento italiano.
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