sábado, 6 de septiembre de 2025

Historia del Hoyo

Vista del Hoyo

Salinas del Manzano formaba parte del marquesado de Moya, pero el Rento del Hoyo no. Era propiedad de los marqueses de Cañete.

En 1936, el marqués de Cañete era Enrique de Queralt y Gil Delgado. El Rento del Hoyo era propiedad suya y de su hermana Brígida. Lo trabajaba Lamberto López Perea, un salvacañetero nacido en 1894 en Torrefuerte , vecino de Salinas y labrador solvente. Tenía El Hoyo en arrendamiento.

Aquel mes de mayo de 1936, Lamberto se lió la manta a la cabeza y compró todo el rento a los marqueses de Cañete. Fue una decisión valiente y arriesgada, que al final no le salió bien.

Tenía El Hoyo algo más de 390 hectáreas, una extensión importante. El precio se fijó en 40.000 pts de las de la época (mucho dinero). Lamberto no tenía tanta pasta, pero sí la capacidad para pagarla. El acuerdo fue el siguiente:

  •  Pagó 5.000 pts en mayo de 1936 y otras 5.000 en octubre del mismo año
  •  Tenía que pagar el resto en plazos de 6.000 pts cada octubre hasta 1941.
  •  Tenía que pagar un 5% de interés cada año sobre el capital restante.

Como sabemos, en julio de aquel año 1936 dieron el golpe de estado y comenzó la guerra. Salinas siempre estuvo en zona republicana.

No sé si Lamberto era afín al régimen republicano o no. El caso es que a lo largo de la guerra fueron esquilmando sus bienes. Me cuenta Néstor (nieto de Lamberto), que al acabar la guerra solo le quedaban 17 ovejas, de las 700 que tenía al principio. Era una práctica habitual en ambos bandos, las requisas.

Lamberto no llegó a pagar a los marqueses de Cañete las últimas cuotas que les debía. Acabada la guerra, había pagado 28.000 pts. Le faltaban por pagar 12.000 pts. ¿Perdería la finca?

La solución fue vender la mayor parte, 367 hectáreas de las 390 que tenía. Se quedó con la casa y algunos terrenos adyacentes. Y lo vendió a los vecinos labradores del pueblo, a 95 vecinos.

Cuentan en el pueblo que se vio obligado a vender por amenazas, incluso de muerte. No tengo datos ciertos, pero pienso que no fue así. Vendió porque si no lo hubiera perdido todo.

Y por la forma de venderlo, haciendo 106 particiones iguales que adquirieron 95 vecinos, todo parece indicar que se hizo en buena avenencia. El precio al que vendió 290,8 pts cada participación, fue muy razonable.


jueves, 7 de agosto de 2025

La garrafa

 

El vino embotellado era en España una rareza. En el campo, muchos tenían una pequeña viña, se hacían su vino y por supuesto no lo embotellaban. Desde la cuba llenaban un jarro, la bota o el porrón.
En las ciudades y pueblos sin viñas, la protagonista era la garrafa. En garrafas se comercializaban los recios tintos de Valdepeñas, Cariñena o Jumilla.
Me cuenta Néstor que en Salinas hubo viñas, e incluso hay un paraje llamado así: “Las Viñas”. Debió ser algo marginal. La altitud de Salinas no favorece el desarrollo de una actividad vinícola, que se considera no es normalmente viable por encima de los 800 msnm. Aunque puede que ahora con el cambio climático, si que se puedan cultivar variedades concretas.
El Catastro de Ensenada de 1752, nos dice que:
Por la cortedad del pueblo no hay tienda ni taberna, pero para que no falte vino y aceite, providencia su justicia la sirva un vecino por carga concejil, la que al presente está encargada a Benito Herraiz.
El ayuntamiento daba la concesión (por 200 reales) a Benito Herraiz para que trajese y vendiera vino. Llegaría transportado por arrieros en toneles o en botos (Pieles de carnero o cabra).
En el SXIX las garrafas fueron desplazando a los botos como recipiente, y aguantaron hasta los años 60 y 70 del SXX.
Ahora llamamos garrafa a los bidones de plástico, pero la auténtica, la tradicional, era de cristal forrada con mimbre o con caña como la de la foto. Luego pasaron a tener una funda de plástico, pero ya entonces hablar de “vino de garrafa” era hablar de vino malo. El bueno se vendía en botellas de ¾.
No hay estudios científicos al respecto, pero yo estoy seguro de que el vino nos hace mejores personas. ¡Viva el vino!

domingo, 25 de mayo de 2025

EL HOMBRE QUE NO QUERÍA MOJARSE


Fabián Fores era teniente de artillería en el 36, un teniente chusquero. Se había reenganchado, ascendido a sargento y luego a teniente. Tenía 44 años y seis hijos. El ejército era para él un modo de vida.
Residía en Madrid, donde estaba asignado en la guarnicion de Campamento de Carabanchel. Complementaba la ajustada paga, con una pequeña granja de gallinas que llevaban entre toda la familia.
Aquel verano estaba de permiso desde el 15 de julio. Como no tenían dinero ni podían dejar los animales, no se fueron al pueblo.
El día 18 de julio, un compañero pasó por su casa y le puso al corriente de que había habido un levantamiento en África. El asunto no pintaba bien.
Fabián no supo que hacer. ¿Debía suspender el permiso e incorporarse a su unidad?¿Se impondrían los golpistas? Esto último no le parecía mal. El era más bien de derechas y se indignó cuando los socialistas mataron a Calvo Sotelo, solo 5 días antes. No le parecía que el país fuera en la buena dirección.
Pero si el golpe triunfaba, cuando llegasen a Madrid, le iban a encontrar a él en el bando de la república. Mal asunto.
Por otra parte, que simpatizase con los golpistas tampoco quería decir que estuviese dispuesto a unirse a ellos. Los oficiales de carrera, esos sí que estaban en la pomada, en un bando o en otro, pero él no se sentía concernido.
Decidió no darse por enterado y no ir al cuartel. Que fuese lo que Dios quisiera.
Los días siguientes, ante noticias de incidentes y tiroteos, llevó a su familia a casa de un amigo y el se quedó cuidando sus gallinas. Pero la cosa no saldría bien.
Se carteaba regularmente con su madre octogenaria, que vivía en Salinas, y aquellas cartas serían su perdición, porque en la última de ellas dejaba clara su postura, muy crítica contra el reciente asesinato de Calvo Sotelo y esperanzado en que pudiera haber una rebelión que restaurase el orden.
Tres vecinos de Salinas del Manzano que constituían el llamado “Comité del Pueblo”, fueron a casa de su madre, donde hicieron un registro, encontraron las cartas y las remitieron a Madrid.
Le detuvieron y le hicieron juicio sumario. No sirvió que insistiese en que “no tomó parte en la sublevación ni estaba dispuesto a adherirse a ella.”
Solicitaron inicialmente una condena de 10 años de reclusión por negligencia. La elevaron después a pena de muerte por adhesión a la sublevación y finalmente lo dejaron en cadena perpetua, 30 años.
No duró tanto. Tras unos pocos meses murió en la cárcel de Alcalá de Henares.