Recorta su silueta contra el cielo
y enmarcan el otoño de sus ruinas
el rojo arce, el ciprés y la sabina,
los amarillos chopos y el majuelo.
Si hubo grandeza en él, ya no hay recuerdo,
si hubo esplendor o acciones numantinas,
nada de aquella historia se adivina;
restos de muros, piedras en el suelo.
Se asoma al valle, ve la carretera,
el pueblo, que va quedando sin gente
y el ganado que pasta en la ladera.
Desde tu altura, aún eres imponente,
viejo bastión de nombre Las Malenas,
aún tienes gracia, tienes vida, tienes duende.
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