Balanza en el almacén del salero |
Durante años y años (siglos), al mando de las salinas hubo un administrador apellidado Castilblanque y un fiel medidor apellidado Monteagudo. El puesto iba pasando de padres a hijos.
El empleo de “Fiel Medidor” en el antiguo régimen, estaba asociado al impuesto del mismo nombre, que consistía en cobrar 4 maravedíes por cada arroba de todo lo que se pesaba o medía (normalmente vino, aceite y vinagre). Era algo parecido a nuestro IVA y ese dinero iba a parar al correspondiente conde o marqués, o en lugares de realengo a la Corona.
El fiel medidor de las salinas, era en la práctica un contable que auxiliaba al administrador. Registraba las operaciones y controlaba las cantidades extraídas y la corrección de pesos y medidas. Al que más conocemos fue a Matías Monteagudo, el que dijo que había que cortarle el cuello a Fernando VII (y tenía razón) y le condenaron a destierro.
En la foto de arriba puede verse una báscula que cuelga del techo del almacén de las salinas con la que se pesaba el producto. No sé si es muy antigua.
Es un tipo de báscula que ya usaban los egipcios hace 5000 años, la tradicional de 2 brazos; en uno se pone el producto y en otro las pesas de referencia.
Un avance importante en la técnica de pesar fue la romana. Se maneja mejor y no se necesitan pesas para comparar. Basta mirar la graduación del brazo largo.
Mi romana, cargada con una pesa de 1 Kg. Es bastante exacta. |
La de la foto es una romana que tengo, de principios del SXX. En todas las casas de pueblo había al menos una; mas grandes, mas pequeñas, con platillo o sin él.
Eran popularísimas e incluso tienen su adivinanza:
En Roma me bauticéY tengo por nombre Ana;Ando quitando porfíasPor todo el reino de España.
“Ando quitando porfías” porque se supone que evitaban las discusiones dejando claro el peso del producto. Eran bastante exactas
En un país como España, cuna de la picaresca, lo de falsear el peso y adulterar el producto ha estado siempre a la orden del día.
Algo ha cambiado la cosa, pero hasta hace poco los tenderos tenían fama bien ganada de deshonestos. Cuando yo era chico y acompañaba a mi madre al mercado, aquello me parecía la guerra. Cada producto que compraba tenía que pelearlo, en la calidad y en el peso.
En los tebeos, el tendero marrullero por excelencia era D. Senén, el del Colmado Senén, de 13 Rue del Percebe.
Algo así eran los tenderos en los años 60. |
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