El arce del que hablamos, en octubre, con su color otoñal. |
El arce de Montpelier (Acer monspessulanum), es abundante en el término de Salinas del Manzano, y también en los pueblos de alrededor. He visto algunos de buen porte en La Huérguina.
Pasan desapercibidos mientras las hojas están verdes, pero cuando llega el otoño destacan mucho porque tienen un color rojizo intenso. Hay manchas de arces en la ladera del castillo, detrás de la ermita de San Roque y en el valle del Henarrubia. Precisamente ahí está tomada la foto.
El de la imagen es, creo yo, el arce mas grande y mas antiguo de todo el pueblo. Hay que tener en cuenta que los arces de Montpelier son árboles mas bien pequeños. Está junto al cauce del río, donde el camino cruza el reguero por última vez y ya se sube a la caseta donde se hace la toma para las aguas del pueblo.
Está bastante castigado. Le han tronchado ramas, y una parte están secas.
En las fotos siguientes se ven las hojas, las flores y las semillas, éstas muy características. Se llaman samaras, y las alas que tienen facilitan que el viento las disemine.
Detalle de las flores y las semillas recién formadas en mayo. |
Detalle de las hojas y las semillas en agosto. |
Las semillas germinan con mucha facilidad y en seguida crecen plantones. Una particularidad del arce es que crece solo una vez al año, acumula energías y da un estirón, solo uno. No crece ya más ese año aunque las condiciones sean muy buenas.
En Salinas los arces están en retroceso porque está todo muy pastado y las ovejas se comen los plantones. El ganado hace un trabajo selectivo, se come todo lo tierno y deja solo los pinos y las aliagas.
El arce no se ha usado que yo sepa, para asuntos medicinales. Algunas de las tradiciones con respecto a su utilización que he podido consultar son:
Como forraje para los animales, ovejas y cabras (las ramas tiernas)
Para pequeñas piezas, porque la madera es dura se trabaja bien. Por ejemplo cucharas o cuencos, castañuelas en los Arribes del Duero.
Para badajos de los cencerros.
En La Huerta del Marquesado, los niños usaban las horquillas de arce para hacer gomeros o tirachinas con los que jugaban o cazaban pájaros. (Etnobotánica en la Serranía de Cuenca Fajardo,et al. 2007).Cuando yo era chico le llamábamos al artilugio “un tirador", la palabra tirachinas la aprendí en los tebeos.
En el Valle del Tietar, en Ávila, existía la creencia entre los pastores de que en los arces no caen los rayos. Hacían cruces de arce, que llevaban en el morral, para prevenir el rayo y las tormentas. (Etnobotánica Abulense Blanco, E. 2015).
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